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Rafael Valencia Rodríguez (1952-2020): a la sombra de Pascual de Gayangos. In memoriam

El repentino fallecimiento del profesor Rafael Valencia Rodríguez en Sevilla el pasado día 12 de junio ha sido una terrible e inesperada noticia a la que, pocos días más tarde, se ha añadido la del profesor Federico Corriente Córdoba, sumándose, así, dos pérdidas consecutivas muy sensibles en el ámbito de los Estudios Árabes e Islámicos en España. Por Alejandro García Sanjuán.

17 de junio 2020
ESPAñA
De origen extremeño (Berlanga, 26 de junio de 1952) y Licenciado en Filosofía y Letras por la especialidad de Filología Semítica (Árabe e Islam) en la Universidad Central de Barcelona (1976, con Premio Extraordinario de Licenciatura), la carrera académica de Rafael Valencia se ha desarrollado de forma casi completa en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla. Su trayectoria comienza en Iraq, primero como Profesor Asistente en la Universidad de Bagdad (1978-1979) y después como director del Instituto Hispano-Árabe de Cultura y Agregado Cultural de la Embajada de España en la capital iraquí. En 1982 se incorpora a la hispalense como Profesor Ayudante de Clases Prácticas y obtiene pocos años más tarde la plaza de Profesor Titular (1987), llegando a completar una amplia labor de 38 años de servicio docente, investigador y de gestión en dicha Universidad.

Su perfil investigador refleja las características de los estudios árabes e islámicos en España durante las décadas de 1970-1980, ampliamente dominados aún por la dedicación al estudio del pasado andalusí en sus diversas facetas. En este sentido, su atención se dirigió desde el comienzo hacia el estudio de las fuentes árabes andalusíes como forma de aproximación al pasado medieval peninsular. Su intensa dedicación le permitió desarrollar una extensa labor investigadora plasmada en actividades de muy diverso tipo que incluyen, no solo publicaciones, sino muy numerosas participaciones en Seminarios, Jornadas, Congresos y Mesas Redondas, impartición de conferencias, comisariado de exposiciones, estancias en diversas universidades y un largo etcétera de quehaceres que solo cabe aquí intentar resumir, señalando algunas de sus aportaciones más relevantes.

Como investigador hay pocos campos dentro del ámbito de los estudios de al-Andalus en los que no llegara a participar de una u otra forma. Historia, numismática, epigrafía, lexicografía, toponimia, poesía, filosofía, traducción, son solo algunos de los temas que desarrolló. Parte importante de esa labor investigadora tuvo como eje la ciudad de Sevilla y su territorio, al que dedicó uno de sus primeros trabajos, El urbanismo de la Sevilla árabe, que obtuvo el Premio de Investigación Ciudad de Sevilla (1987). Esta primera aproximación fue ampliada con posterioridad en su Tesis Doctoral, leída en la Universidad Complutense de Madrid (1986) y publicada bajo el título de Sevilla musulmana hasta la caída del Califato: contribución a su estudio (Madrid 1988). A ello se sumarían a lo largo de los años otras publicaciones más específicas relativas a la historia, la geografía y el urbanismo de distintas localidades del espacio sevillano, como Carmona, Osuna, Estepa, Alcalá de Guadaíra o Écija, entre otras.

Esta intensa dedicación a la Sevilla árabe explica, en cierta medida, su interés por el célebre autor tunecino de origen sevillano Ibn Jaldūn, que le llevó a publicar una antología de su obra más célebre, la Muqaddima (Ibn Jaldún. Introducción a la historia. Antología, Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985), así como otros trabajos en los que analizó diversos aspectos de su trayectoria y su pensamiento. Fue un gran conocedor de la literatura árabe clásica, sobre todo de la poesía, a la que dedicó la obra Poesía erótica andalusí (El Carro de la Nieve, Sevilla 1990), y tuvo oportunidad de dejar constancia de su enorme conocimiento de la historia andalusí y su gran capacidad de síntesis historiográfica en Al-Andalus y su herencia (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2011).

En 1998 fue comisario de la Exposición Averroes y su época, organizada por el Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe y la fundación El Monte con motivo del VIII Centenario del fallecimiento del pensador cordobés (1198), siendo asimismo responsable de la edición del correspondiente catálogo, Averroes y su época (AECI, Junta de Andalucía, Fundación El Monte, UNESCO, Sevilla 1998).

Su espíritu siempre inquieto y su permanente afán de conocimiento lo impulsaron a impartir docencia en diversas Universidades extranjeras, tanto en el mundo árabe, del que era un extraordinario conocedor, como en otros países (Marruecos, Qatar, Nigeria, Argentina). Fue fundador y responsable del Grupo de Investigación IXBILIA, y dirigió varias memorias de licenciatura y tesis doctorales en su Departamento. Asimismo, expresó su fuerte sentido de compromiso con su Universidad participando de forma activa en la no siempre grata labor de gestión, tanto en el plano ‘local’ de su propio ámbito inmediato como en el más general del conjunto de la institución. En este sentido, desempeñó las funciones de Director del Instituto de Idiomas, Secretario y Director (sucesivamente) del Departamento de Filologías Integradas y fue miembro de la Junta de la Facultad de Filología, del claustro universitario (del que fue Vicepresidente) y de la Junta de Gobierno.

Los últimos años de su trayectoria estuvieron marcados por su fuerte compromiso con su ciudad de acogida, en particular a raíz de su elección como miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, en la que ingresó el 24 de octubre de 2010 con el discurso titulado El aire de Sevilla. Los refranes de la Sevilla árabe. A la sombra de Pascual de Gayangos, siendo contestado por Rafael Manzano Martos. Recuerdo que el salón de actos de la Casa de los Pinelo, sede de la institución, estaba a rebosar aquel día, y tuve que escuchar su intervención desde el patio, junto a otros colegas y compañeros que tampoco pudieron encontrar sitio en las bancadas. Pocos años más tarde (2014) fue elegido director de esta institución, función que continuó desempeñando hasta escasos días antes de su inesperado fallecimiento. Su dedicación a esta labor fue muy intensa y estuvo presidida por su habitual entusiasmo, esforzándose en modernizar las estructuras de una organización centenaria y hacerla más conocida en la sociedad sevillana.

No es fácil resumir en unas breves líneas una trayectoria académica y profesional tan amplia, rica y polifacética como la de Rafael Valencia. Como alumno suyo, puedo decir que sus clases eran fiel reflejo de su personalidad académica, dinámica y muy abierta. Como discípulo, debo agradecerle su orientación en la realización de mi tesis doctoral, de la que fue codirector junto al profesor Manuel González Jiménez. Como compañero, solo cabe admirar su gran capacidad de trabajo y su enorme versatilidad como investigador, su talante personal abierto, cordial, siempre amable y atento con los demás. Como amigo, admiro su extraordinario y natural sentido del humor, su facilidad conversadora, su ingenio, su lucidez, su elocuencia y su enorme calidad humana. Rafael Valencia será siempre recordado como un gran arabista, un excelente universitario y una buena persona.

Alejandro García Sanjuán
Universidad de Huelva