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Homenaje póstumo al profesor D. Miguel Cruz Hernández

Casa Árabe y ocho profesores de Estudios Árabes y ex alumnos de D. Miguel Cruz Hernández, profesor emérito en el departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, le rinden este homenaje póstumo con motivo de su fallecimiento el 25 de marzo de 2020, a la edad de cien años.

01 de abril 2020
MADRID
Agradecemos la participación en el homenaje de:
Ana Ballesteros Peiró, investigadora senior asociada CIDOB y OPEMAM
Miguel H. de Larramendi Martínez, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, UCLM
Ana I. Planet Contreras, profesora de Estudios Árabes e Islámicos, UAM
Antonio Díez, profesor interino en la educación pública madrileña, escritor y poeta
Luz Gómez García, profesora de Estudios Árabes e Islámicos, UAM
Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, UAM
Waleed Saleh Alkhalifa, profesor de Estudios Árabes e Islámicos, UAM
Bernabé López García, cátedra Honorario de Historia del Islam Contemporáneo, UAM



Texto íntegro de Bernabé López García:

MIGUEL CRUZ HERNÁNDEZ (1920-2020), HISTORIADOR DEL PENSAMIENTO ISLÁMICO

Fue uno de los pocos personajes a los que, no se sabe por qué, era difícil apearle del “Don”. “Don Miguel”, malagueño de 1920, con vocación de magisterio como buen hijo y nieto de maestros, fue “un niño de la República” al decir de Emilio de Santiago en una larga entrevista “El intelectual y su memoria”, grabada en la Universidad de Granada en el año 2000. La guerra civil le sorprendió en zona republicana en la provincia de Granada, donde le tocó vivir como soldado el último año de la guerra. A su término, ya en la triste Granada de posguerra, estudió Filosofía y Letras donde contó con dos influencias que habrían de marcar su vida académica: la del profesor Enrique Gómez Arboleya, catedrático de Filosofía del Derecho que se ocupaba de la materia de Filosofía, y Joaquina Eguaras, que le iniciaría en el estudio del árabe. Fundiendo esas dos influencias acabaría convirtiéndose en el especialista del pensamiento árabe e islámico que ha dejado huella en España. Sus años universitarios le despertaron inquietudes por la cultura, por el teatro, empeñado en aventuras literarias como las revistas Vientos del Sur y Cuadernos de Teatro, junto con Antonio Gallego Morell, Andrés Soria Aedo y José Tamayo.

Pero la vida académica le llevó por otros derroteros. Escaló como ayudante y adjunto los peldaños del interinazgo docente en Granada, mientras preparaba su doctorado. Su tesis sobre Brentano , que hubiera dirigido Arboleya, no fue admitida en la Complutense, única Universidad donde podían presentarse las tesis en aquel tiempo. No lo fue, según Cruz, por no adecuarse a la ortodoxia dominante, por lo que optó por echar mano de otro arsenal de sus estudios granadinos, el islámico, dedicándola a La Metafísica de Avicena que defendió en 1947.

Obtenido su doctorado se lanzó, como muchos jóvenes universitarios de la posguerra, en pos de una cátedra. Se le verá en las listas de admitidos o rechazados que publica el BOE en diferentes cátedras, la de “Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos” en las Universidades de Salamanca y Granada, la de “Metafísica (Ontología y Teodicea)” en la Universidad de Barcelona, la de “Historia de Filosofía y Filosofía de la Historia” en esa misma Universidad, compitiendo con nombres que se harían más o menos ilustres con el paso del tiempo en el campo de la filosofía como Gustavo Bueno, Carlos París o Antonio Millán Puelles. Conseguida la primera de ellas, tuvo opción de quedarse en la Universidad de Granada o la de Salamanca, pero prefirió instalarse en esta ciudad en la que llegó a ser alcalde entre 1958 y 1962 y como tal, procurador en las Cortes entre 1958 y 1961.

Justificando aquella opción, confesaría mucho tiempo después, en una entrevista en El Día de Salamanca: "Oposité a Granada y a Salamanca, pude elegir plaza y no lo dudé. Primero, por el nombre de la Universidad, y también porque yo había tenido una vida muy tensa en Granada y su provincia y necesitaba empezar una vida nueva. Y lo logré con creces en Salamanca".
Desde 1953 impartió además la asignatura de “Psicología” en la Facultad de Medicina de Salamanca, para la que fue habilitado por el Ministerio que ejercía por entonces Joaquín Ruíz Giménez. Eso le permitiría hacer una broma ferroviaria con el título de su cátedra en la entrevista citada del año 2000: “Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos y Psicología para Medicina y de los grandes expresos europeos”.

En 1954 fue nombrado subdirector del nuevo Instituto Hispano-Árabe de Cultura (IHAC), nombramiento que, según contó, le sorprendió, pero que explicó así en un libro reciente: “Martín Artajo y Ruíz-Giménez me tenían por discípulo de García Gómez y a fin de cuentas, había dirigido mi tesis doctoral que obtuvo premio extraordinario. Es probable que los profesores Pérez Villanueva, Director General de Enseñanza Universitaria, y Tovar, a la sazón rector de la Universidad de Salamanca, también influyesen en mi elección”. Pero el cargo, sin remuneración y sólo con gastos de representación, no le permitió instalarse en Madrid.
La alcaldía de Salamanca, cuatro años más tarde, también le sorprendió, según confesó a Sara González Gómez : "Si me hubieran propuesto ser obispo no me hubiera asombrado tanto". El nombramiento lo atribuyó al paso de Manuel Fraga por la ciudad y a su política como Delegado Nacional de Asociaciones con la que buscaba nuevas caras. No fue el único cargo político que desempeñaría, siendo nombrado gobernador civil de la provincia de Albacete entre 1962 y 1968 y, ya en vísperas de la transición y en el arranque de ella, Presidente del Consejo de administración del Instituto Nacional del Libro en 1974, en el ministerio de Cultura de Pío Cabanillas y Director general de Cultura Popular hasta septiembre de 1977, ya en tiempos de Adolfo Suárez.

Su faceta de arabista provenía ya desde su tesis, de la que la revista Al Andalus  publicó algunos extractos, pero, según confiesa, la retomará con más fuerza en los años del IHAC, en que trabajará sobre el pensamiento islámico. Algunos primeros frutos, sobre Avicena, Ibn Hazm de Córdoba, Ibn Arabi o Ibn Jaldún los publicará en revistas académicas, y se plasmarán en su libro La filosofía árabe, aparecido en la editorial Revista de Occidente en 1963, antecedente de la que sería su obra clave, Historia del pensamiento en el mundo islámico, que editaría Alianza, por primera vez en 1981 y que contaría con numerosas reediciones, ampliadas siempre, en 1996, 2000, 2002 y 2011.

Cruz Hernández pertenece a una rama singular del arabismo español, el “arabismo de los márgenes”, ya que el arabismo académico de la escuela de Gayangos, los “Banu Codera” que bautizara Emilio García Gómez, eran todos filólogos, aunque con pasión por la historia y alguno también por la filosofía. Don Miguel, que se inició en los estudios de árabe en la Escuela de Estudios Árabes de Granada de manera ocasional, fue a través de la filosofía como se adentró en el estudio del pensamiento islámico, llegándose a convertir en una autoridad en la materia.

Fue en la Universidad Autónoma de Madrid donde pudo desarrollar su docencia e investigación a partir del curso 1978-79 en la asignatura de “Pensamiento islámico”, recién instituida por Pedro Martínez Montávez en la especialidad de Estudios Árabes e Islámicos. Jubilado, siguió impartiendo la materia unos años más como profesor emérito por resolución publicada en el BOE del 19 de noviembre de 1987.

Sus publicaciones sobre temas del pensamiento islámico desde entonces fueron numerosas, destacando la ya citada Historia del pensamiento en el mundo islámico, que sería traducida al árabe, al italiano y al francés. De la versión en este idioma, Histoire de la pensée en terre d'islam , Christian Décobert escribió en la revista Archive des sciencies sociales des réligions: “Esta obra impresionante, de casi mil páginas, es, digámoslo de entrada, un formidable instrumento de trabajo. Se trata de una síntesis muy amplia, y muy construida, sobre el pensamiento en tierra de islam: no sólo el pensamiento islámico, sino el de los países donde el islam es dominante, como religión y como sistema político. Lo que incluye el pensamiento distinto al islámico, en tanto que en estos países se expresó también un pensamiento judío”.

Encontrará, sin embargo, el autor, un sesgo, el de la excesiva centralidad que Cruz Hernández da en su obra al “islam hispano”, algo que es una constante en la historia de nuestro arabismo y de su filiación de los “Banu Codera”.

Uno de los volúmenes que compusieron la Historia del pensamiento en el mundo islámico en sus diferentes versiones, que llegan hasta el pensamiento del mundo islámico actual, estuvo enteramente dedicado al pensamiento andalusí en su edad de oro. Como escribí en una vieja reseña que sobre el libro publiqué en el año 2000, “Miguel Cruz se adentra en una vieja polémica de la historiografía española que ve en el aclimatamiento del Islam en la Península Ibérica un factor acrisolador donde el viejo zócalo hispano será tan poderoso como la aportación exterior y terminará marcando con personalidad propia tanto el producto islámico resultante como la herencia posterior en el futuro de España. Para Cruz Hernández, parafraseando a Averroes, la cultura araboislámica peninsular va a ser obra de los andalusíes que van a educar a los árabes y a los bereberes venidos de la otra orilla”.

Hipertrofiada o no la influencia de “lo hispano” en el pensamiento islámico en su obra, la realidad es que, sin duda, la Historia del pensamiento en el mundo islámico es la obra de una vida de esfuerzo intelectual de este erudito infatigable que acaba de morir el 25 de marzo de 2020, poco después de convertirse en centenario.
Homenaje póstumo al profesor D. Miguel Cruz Hernández
Miguel Cruz Hernández, en Casa Árabe (Diciembre de 2015)