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Fallece el arabista Federico Corriente

El profesor, nacido en Granada en 1940 y fallecido el pasado 16 de junio de 2020 a los 79 años de edad, fue catedrático de la Universidad de Zaragoza y ocupó el sillon "K" de la Real Academia Española (RAE). Juan Pedro Monferrer Sala, profesor de la Universidad de Córdoba, firma este obituario.

17 de junio 2020
Estos días azules y este sol de la infancia… Es el último verso que conocemos de don Antonio Machado, hallado por su hermano José en el bolsillo del raído abrigo que llevaba el poeta al llegar a Colliure en el gélido febrero de 1939. La marcha, ayer, del profesor Federico Corriente me ha traído a la memoria este verso solitario, inconcluso, como han quedado los últimos trabajos en los que venía laborando el profesor Corriente.

Gélido era el día que encontré por vez primera al profesor Federico Corriente, en Granada; un frío día de febrero, con un cielo azul que proyectaba su luz sobre el pavimento de Gran Vía. Allí estaba él, tarareando no sé qué aria, con unas cuartillas en la mano, de pie junto al portal de un edificio. No me permitió llegar hasta donde se encontraba, sino que adelantándose vino a mi encuentro, me estrechó la mano y me dijo con ese tono jovial que caracterizaba sus amenas conversaciones: ¿Cómo estás? Tenía ganas de conocerte. Una suerte de descarga eléctrica recorrió todos mis huesos ¿Por qué habría de tener necesidad de conocerme alguien de la talla intelectual como él? Sentí que me invadía una extraña sensación, muy seguramente fruto de su imponente presencia. Sí, eso fue.

Pero Federico, como exigía que le tuteásemos una vez trabada camaradería (¡cómo le gustaba este término!), era así: lo daba todo por sus amigos, se entregaba a fondo, uno diría que se desvivía por ese estado de camaradería plena, del que tanto gustaba, de sus amigos. Por eso huyó siempre de la idea de formar una “escuela” y sustituirla más bien por un grupo de amigos, de camaradas. Y eso es lo que ha hecho durante todos estos años. Pero no sólo de eso, también de cuantos, interesados por tal o cual asunto de los estudios árabes, ya fuera un asunto lingüístico, filológico, histórico o literario, estaba siempre presto, con su inmenso saber, a impartir conocimientos y magisterio, tanto de dentro como de fuera de España. Porque Federico era, es, un Maestro ¿Qué hubiera sido de muchos de nosotros, de forma directa unos, indirecta otros, sin sus enseñanzas, sin su enorme personalidad, que todo lo abarcaba allí donde estaba?

Era, es, un Maestro; como aquellos maestros que se saben eslabón de una cadena que no debe interrumpirse. Que conocen bien su función y se aplican con denuedo en cumplir el cometido que la vida les ha encomendado: transmitir su conocimiento del mejor modo posible para que quienes vengan detrás hagan lo propio, honrando de este modo el conocido adagio Corona magister discipulus est. Y no es asunto fácil de cumplir, pero Federico sabía que ese era su papel y a él se entregó con todas sus fuerzas, con toda su inteligencia, que era ciertamente colosal, con una memoria prodigiosa y unas habilidades innatas, con toda seguridad heredadas de sus padres, maestros, que desempeñaron una labor formidable en su temprana formación. Y de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, sin desear tener “su escuela”. “España y yo somos así”, solía decir. Era, es, único, ciertamente.

Federico nos ha regalado un inmenso legado, tanto docente como investigador. Ya se atisbaba su potencial con una –tan inusual en nuestro país como formidable– tesis doctoral defendida el 23 de junio de 1967, con la que dejó impronta no sólo del enorme potencial investigador en ciernes que ya exhibía, sino que con ella, además, evidenciaba que se hallaba a mil años luz de la realidad que le rodeaba. Su estancia en Dropsie University (Filadelfia), determinante en su formación, como él gustaba recordar, fue esencial para su actividad posterior como lingüista. Tras la etapa estadounidense y su regreso a España, acometió una labor determinante para los estudios árabes en nuestro país, pues suministró gentilmente diccionarios, gramáticas y glosarios léxicos por índice de frecuencia con los que afrontar, con rigor metodológico, el aprendizaje de la lengua árabe. Tanto le debemos todos por este esfuerzo, que consumió parte de sus energías en unos años clave de su actividad investigadora, que es difícil prever si se lo hemos agradecido debidamente. Con todo, él era consciente de la necesidad de estos materiales en lengua castellana y no dudó un ápice en acometer esa empresa, por cierto de modo ejemplar y fructífero, como todo lo que hizo.

Y pese a esa empresa titánica a la que tanto debemos todos, en modo alguno descuidó su labor investigadora. Muy al contrario, una apabullante bibliografía, prieta de estudios de un altísimo rigor y valor científico jalonan su intensa y rica carrera académica. Pionero en España de los estudios lingüísticos sobre la lengua árabe, y también de la semitítica comparada, ha dotado a los estudios árabes con trabajos de difícil superación en el ámbito de la lexicografía y por supuesto sobre el dialecto andalusí. Pero no solo, pues tenemos, entre otras, su ingente labor dedicada a traducciones y estudio de la literatura árabe, desde las más tempranas manifestaciones, las Mu‘allaqāt, hasta textos modernos (Tawfīq al-Ḥakīm), pasando por poesía estrófica andalusí (xarajāt, muwashshaḥāt, cejeles), amén de trabajos en otros campos como la edición y traducción de fuentes, entre las que cabe siquiera mencionar el Muqtabis de Ibn Ḥayyān. Todo ello, además de por la comunidad internacional desde años atrás, le fue debidamente reconocido con su nombramiento como miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Federico ha recorrido el último trecho de su camino. Lo ha recorrido feliz, acompañado de Asun, su mujer, compañera y confidente de tantas y tantas vivencias... Empezó su andadura Federico en los difíciles días de la posguerra, cuando mediaba el mes de noviembre del año 1940, el día catorce. Y nos ha dejado cuando aún sonreía la primavera, un dieciséis de junio de 2020, un día azul, como aquellos de su infancia vividos en Granada, Valencia y Tenerife… Se ha marchado con una sonrisa, con esa sonrisa seráfica tan característica e intransferible, única. Porque Federico era, es, único, insustituible, irrepetible. Tardará, si es que llega, otro u otra como él. El vacío que deja, el vacío que sentimos es inmenso, como quien pierde a un padre y se siente solo y desvalido. Así nos sentimos, pero al mismo tiempo contentos, porque nos ha legado un saber que tenemos obligación de preservar y, en la medida en que cada cual pueda, acrecentarlo, como a él le gustaba decir, honrando con ello su memoria y su magisterio.

Descanse en paz el profesor Federico Corriente.

Juan Pedro Monferrer Sala
Universidad de Córdoba
 
Fallece el arabista Federico Corriente